Educación sexual en tiempos de conectividad

25 febrero, 2020 | Entradas

Por Romina Aquino González y Milena Ruíz Díaz en el marco del BootCamp 2020 sobre periodismo y derechos digitales.

“Hace seis años descubrí algo que los científicos han querido saber desde hace tiempo. ¿Cómo captar la atención de una sala llena de adolescentes aburridos? Parece que lo único que hay que hacer es mencionar la palabra pornografía.” Así comienza su charla TED, la cientista social y activista contra la violencia sexual Emily Rothman.

Intentando encontrar la causa del abuso sexual que viven las y los adolescentes, Emily constató que muchas veces, la primera y única fuente pedagógica sobre sexualidad que tienen estos es la pornografía. Detalló que menos del 50% de los estados en Estados Unidos exigen educación sexual en las mallas curriculares de las escuelas.

Lo mismo podríamos decir de Paraguay. En el 2018 el entonces Ministro de Educación y Ciencias, Enrique Riera, aprobó la resolución 29664/17 que “establece la prohibición de la utilización y difusión de materiales digitales e impresos referentes a la teoría de género”, hecho que cerraba la oportunidad de hablar sobre sexualidad integral.

Además, en el 2019 salió a la luz que la ONG evangélica Decisiones, ingresaba a colegios, tanto públicos como privados, desde el 2013, a repartir materiales sobre sexualidad pero con tinte religioso antes que científico. Finalmente el material fue retirado, por requerimiento de estudiantes, medios de prensa y otras organizaciones.

En este contexto donde los alumnos y alumnas no pueden educarse en el colegio o les ofrecen contenido religioso, tienen miedo o vergüenza de hablar con sus padres, ¿con quién o cómo se informan sobre su salud sexual y reproductiva? Emily comprobó que con la pornografía mainstream, la más fácil de acceder y encontrar online.

El 78% de adolescentes, entre 10 a 18 años, de todo el territorio nacional y de diferentes clases sociales, tiene acceso frecuentemente a Internet, según el estudio Usos y Costumbres de Tic en adolescentes, realizado por Unicef en el 2016. El 77% tiene celular propio en el cual accede a Internet, y entre ellos es importante destacar que los varones son los que tienen mayor acceso.

El uso que le dan es más bien para entretenimiento. Consumen música, videos, videojuegos e interactúan en las redes sociales. Pero también es una importante herramienta para buscar datos que no encuentran en otros espacios. Una encuesta online realizada por la organización Somos Pytyvohara dio a conocer que casi el 60% de los chicos y chicas busca información sobre sexualidad en Internet, y solo un 20% con sus amistades.

En ese sentido, Rothman explica que no solo el porno puede transmitir contenidos no tan adecuados o acordes para los adolescentes, sino también los videojuegos, videos musicales y otros contenidos con imágenes sexualizadas o violencia explícita.

Existe la creencia de que los niños, niñas y adolescentes nacidos en esta era se constituyen como nativos digitales, teniendo supuestamente las habilidades innatas de manejar la tecnología, entenderla y poder discernir entre contenido veraz o falso.

“Que un niño nacido a partir de los 90 se haya familiarizado y aprendido a manejarse en el entorno digital de forma intuitiva, no quiere decir que realmente sepa cómo funciona internet y aún menos sus derechos y deberes en este entorno”, manifiesta el abogado Borja Adsuara, colaborador del libro Los nativos digitales no existen.

Adsuara cree imprescindible acompañar estos procesos con planes educativos y enseñanza en la casa, porque o sino más que nativos, podrían ser huérfanos digitales. Además, remarca la relación entre derechos y deberes donde por un lado hay que conciliar la intimidad de los adolescentes, y por otro, el cuidado de los padres hacia sus hijxs.


El porno como herramienta y no como fin

El informe Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, realizado por la Universitat de les IIles Balears y la red Jóvenes e Inclusión de España, dio a conocer que la edad de la primera visualización de pornografía ha bajado a ocho años. Los varones son lo que más consumen y uno de cada cuatro de ellos ha visto pornografía antes de los trece.

Quizás que puedan acceder y consumir este tipo de contenidos no sea un problema en sí mismo, sino que se constituya en su única y segura fuente de información. ¿Cuáles son los estereotipos que se reproducen por medio del porno? ¿Qué tipo de relato instalan o normalizan estas películas sobre el sexo?

En el 2016 la Universidad de Middlesex realizó un estudio en el que 53% de los varones entrevistados y 39% de las mujeres, todxs adolescentes, respondieron que consideraban a la pornografía como una representación real del sexo.

Lejos de satanizar estos materiales eróticas, la catedrática Emily cree que a través de los mismos se pueden iniciar debates sobre la sexualidad. Cuando le tocó conversar con estudiantes, llegaron con todo tipo de dudas, preguntas e inquietudes que necesitaban ser resueltas.

“La verdad sobre la pornografía: Currículo de alfabetización de pornografía para estudiantes de secundaria diseñado para reducir la violencia sexual”, se titula el plan de estudios que desarrolló Rothman junto a otros académicos para trabajar en colegios. El objetivo del curso era abrir la discusión sobre consentimiento, respeto, relaciones desiguales, representación del género, raza o imágenes corporales.

En esta etapa intermedia, en la que ya no son niños, pero tampoco adultos, pueden sentirse perdidxs. Sin embargo, dice Emily, viven en un mundo de adultos, por lo que es importante hablarles con honestidad, con base científica, y permitirles abordar cuestiones complejas como la sexualidad. Además, de intentar promover en ellxs un consumo crítico y consciente.


Diversidad online

Otis es hijo de una terapeuta sexual. Toda su vida se ha criado rodeado de información sobre salud sexual y reproductiva. Pero cuando se trata de él, no sabe a quién recurrir. Maeve, compañera y amiga, ve el potencial que tiene el contenido útil que Otis aprendió por medio de su madre. Entonces empiezan una “clínica” clandestina de consejos sexuales.

Esta es básicamente la trama de Sex Education, mini serie inglesa de Netflix que ha llegado para proveer todo tipo de información acerca del amplio campo de la sexualidad. Con dos temporadas ha tocado temas como la eyaculación precoz, masturbación femenina, sexo anal, fantasías sexuales, asexualidad, acoso, sexo oral, bisexualidad, aborto, entre tantos otros.

Los protagonistas incluso han dicho que les hubiera encantando contar con un programa así en su adolescencia, porque además de desafiar el tabú, hace que quienes no entendían por lo que estaban pasando, se sientan menos solxs.

Sex Education es una de las tantas muestras contemporáneas de que existen otros tipos de contenidos online que pueden ofrecer información veraz, científica y no prejuiciosa, además de ser entretenida.

Muchxs adolescentes con lxs que conversó la académica Rothman aseguraron que el sentirse representados en la pornografía fue clave para aceptarse, entenderse y por sobre todo, desechar el pensamiento de que había algo malo en ellxs. Como con lxs homosexuales o lxs chicxs con cuerpos que no cumplen con los estándares de belleza convencionales.

Entre la nueva ola del porno resalta Erika Lust, directora feminista de este tipo de materiales. Ella es una de las pioneras de este movimiento y ha llegado para cambiar las pautas dañinas de la industria.

“La idea es no reproducir los estereotipos de ellos como máquinas de sexo y de ellas como si fueran muñecas inflables”, afirmó en una entrevista la cineasta. Lust pretende mostrar otras representaciones, para que las mujeres u otras identidades también se sientan identificadxs y encuentren su propio placer.

Erika, que está a cargo de la productora Lust Cinema, manifestó que lo importante sobre la sexualidad es entender que no es estática, que fluye constantemente entre diferentes facetas, y poder atravesar todas ellas sin limitaciones es la clave de la libertad.